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Traces es un proyecto colectivo para experimentar la “deriva”
y verificar su capacidad para documentar un espacio urbano desde
distintas perspectivas con una metodología común, creando un mapa
psicogeográfico de Barcelona.
Traces es un conjunto de libros de fotografía y una exposición. Los
libros se distribuyen en formato de impresión bajo demanda, web y
electrónico en una aplicación
para dispositivos móviles.
La exposición se podrá ver en la Galería
Tagomago, del 8 de mayo al 14 de junio del 2014. C/ Santa Teresa
6, 08012 Barcelona (mapa)
Los fotógrafos que han participado en el proyecto son: Pedro Arroyo, Marcelo Aurelio, Olga Balibrea, Oscar Ciutat, Francisco Navamuel, Fran Simó y Ester Villaescusa.
Texto de Cristina Garde.
Traces es un proyecto de Fran Simó para Barcelona
Photobloggers.
Pedro Arroyo
Marcelo Aurelio
Olga Balibrea
Oscar Ciutat
Francisco Navamuel
Fran Simó
Ester Villaescusa
Esta exposición forma parte de la programación del festival
DOCfield>14, Fotografía documental Barcelona. (Del 19 de mayo al 31
de julio 2014).
Rastros de una deriva
Cristina Garde
Imagine que se levanta pronto por la mañana cuando el cielo
aún es oscuro. Imagine que se viste poco a poco en el borde de la
cama. Imagine que se mira algo aturdido por el sueño en el espejo
del baño. Y luego imagine que sale a la calle, que camina unos
metros, que desciende las escaleras grises y sucias de alguna
estación y que se precipita hacia el interior de un vagón. Imagine
que entra a las ocho y un minuto en una oficina y que trabaja unas
siete horas y media, con sus pausas del desayuno y del almuerzo. E
imagine que sale después de sus siete horas y media y que, mientras
desciende de nuevo las escaleras grises y sucias de alguna estación
y se precipita hacia el interior de un vagón, se ve de pronto lejos
de sí mismo y empieza a percibir las cosas como extrañas. Imagine
que pierde la noción del tiempo y del espacio, que decide bajarse
en una parada para usted desconocida y que asciende –ahora sí,
asciende– las escaleras grises y sucias de una estación
desconocida. Imagine que pasea durante horas por calles por las que
nunca ha paseado. Imagine que se ve de pronto a sí mismo.
Habrá usted provocado una deriva.
Trazar significa encontrar y descubrir, dibujar un mapa, revelar
los rastros de la existencia y de la ausencia. En Traces se
retrata el espacio urbano mientras se transita a la deriva. Traces
evoca el recorrido por la ciudad y lo usa como fuente de
inspiración; encarna la idea de la metáfora del camino, en la que
lo que importa no es el destino, el lugar al que uno se dirige,
sino el hecho mismo del viaje. Traces propone rehacer la
relación con el espacio, anclar el imaginario humano en los
espacios urbanos para transformarlos.
La física entiende el recorrido como la trayectoria entre
diversos puntos irregulares, mientras que el desplazamiento es el
recorrido específico que sólo existe en línea recta. En el arte, en
la literatura y en la fotografía, a menudo el recorrido ha sido una
alegoría para expresar un tránsito espiritual, una transformación
interior o un viaje mental de un individuo o de toda una
civilización.
No es extraño, por ello, que en los relatos fundacionales de
la civilización occidental –en la tradición judeocristiana, por un
lado; y en los mitos griegos y latinos, por otro– se encuentren
abundantes recorridos humanos, en algunos casos viajes migratorios
o expediciones militares pacientemente preparadas; y, en otros,
verdaderas derivas improvisadas, repletas de episodios
sorprendentes, como la expedición de Jasón y los Argonautas, la
Odisea de Ulises o el éxodo bíblico.
Muchos de estos recorridos han sido evocados a lo largo de la
historia del arte como un verdadero tópico. Aún hoy día ofrecen a
los artistas una prolífica fuente de inspiración que ha
cristalizado en arquetipos como el del flâneur parisiense que
imaginó Baudelaire o que ha inspirado doctrinas como las derivas
psicogeográficas de Guy Debord y los situacionistas. Antes también
el Romanticismo había convertido el viaje en una experiencia
iniciática de crecimiento personal: los viajes de James Boswell, de
Alí Bey y de tantos otros, que a menudo también articulaban la
exploración del territorio desconocido con el autoconocimiento.
Desde esta perspectiva debemos comprender hoy los infinitos paseos
de Richard Long por Irlanda o Inglaterra trazados como pruebas en
mapas. O el recorrido que crea a partir de piezas escultóricas
Robert Smithson para aprender a pasear por un paisaje degradado de
New Jersey. O las fotografías de la serie From the bus, New
York (1958) de Robert Frank. O el esfuerzo casi interminable de On
Kawara en I went, doce tomos en los que señala todos los
recorridos realizados entre 1966 y 1979. O la persecución diaria
por las calles de Nueva York de Vito Acconci en Following
Piece (1968-69) a un hombre desconocido, sometiendo su recorrido
al del otro, día tras día; sometiéndose a sí mismo, en definitiva.
O el viaje, también de búsqueda y seguimiento, de Sophie Calle por
los estrechos pasajes de Venecia en Suite Vénitienne (1980).
O los recorridos del grupo Stalker y su Osservatorio Nomade
por Italia. O ese trayecto inútil de Francis Alÿs en Sometimes
Making Something Leads to Nothing (1997), en el que arrastra un
bloque de hielo por Ciudad de México; y esa Green Line
(2004) que trazó durante 24 kilómetros resiguiendo el perímetro de
Jerusalén inspirado por otra performance suya llevada a cabo en
1995 en São Paulo.
Todos y cada uno de ellos –y tantos otros– registran el recorrido,
como ocurre en Traces, en mapas y fotografías, incluso en
vídeos; y todos y cada uno de ellos –y tantos otros– convierten la
ciudad no-lugar, anodina, anónima, confusa y solitaria en una
ciudad lúdica en la que se construyen unas reglas de juego nuevas,
propias y no convencionales.
Como escribió Francesco Careri, del grupo Stalker, en Walkscapes,
el andar como práctica estética, “en la actualidad podríamos
construir una historia del andar como forma de intervención urbana,
que contiene los actos simbólicos de aquel acto creativo primario:
el errar en tanto que arquitectura del paisaje, entendiendo por
paisaje el acto de transformación simbólica, y no sólo física, del
espacio antrópico.”
La deriva del hombre transforma.
Traces, el proyecto
Fran Simó
Traces es un proyecto colectivo para experimentar la “deriva”
y verificar su capacidad para documentar un espacio urbano desde
distintas perspectivas con una metodología común, creando un mapa
psicogeográfico de Barcelona.
Siguiendo el concepto de “deriva” propuesto por Guy Debord,
el 7 de diciembre de 2013, siete autores fotografiamos la ciudad
guiados por la intuición. El punto de partida de cada autor y su
editor se escogieron por sorteo. Al terminar el recorrido, ese
mismo día cada fotógrafo entregó 100 fotos para que otro autor
realizara una edición de 21 fotografías.
La palabra “trace”, en inglés, significa: encontrar o
descubrir algo por medio de una investigación, descubrir el orígen
de algo en el tiempo, seguir una ruta, copiar o dibujar un mapa y,
al mismo tiempo, la indicación de la existencia de algo en el
tiempo (huella o rastro).
Basar la captura y la primera edición en la intuición no
significa que el proyecto se haga a la ligera. El proceso es parte
de la obra.
Reglas de deriva
El propósito de tener reglas en la deriva es simplificar. De
esta manera, en el momento de la deriva nos preocupamos solo por el
experiencia en sí misma.
1. Usa una cámara cómoda
Sentirse libre de movimiento corporal es fundamental para
dejar que la intuición nos guíe con libertad.
2. Elige un día para la deriva. El día se dedica
completamente a ella.
No puede haber paradas predeterminadas ni actividades dentro
de él que no sean fruto de la misma casualidad. El 7 de diciembre
del 2013 fue el día que escogimos. Los siete autores nos dividimos
los distritos de la ciudad por sorteo para tener un punto de
partida.
3. Sal a la calle, enciende el GPS y entrégate a tu
intuición.
Tras las primeras reuniones decidimos que sería interesante
hacer “una foto” de la ciudad, un día determinado y dividir los
puntos de inicio de las derivas al azar.
4. Dispara cada vez que algo te llame la atención.
Por bonito, feo, raro, aburrido o divertido… cualquier cosa
que te detenga.
5. Después de ese disparo, no dejes que te atrape, sigue al
siguiente.
Muchas veces tendemos a repetirnos, pero si nos quedamos en
un tema, situación o sujeto no podremos seguir andando.
6. Sigue al menos 2 horas y cambia el sentido para
regresar.
Lo importante es que cada uno se sienta siempre cómodo. Es
necesario pensar un tiempo límite porque luego hay que descargar
las fotos, editarlas y aplicarles el post-proceso en el mismo día.
7. Descarga las fotos y escoge 100 también utilizando la
intuición.
En un visor sencillo y rápido, pasa cada foto dejándola solo
dos segundos. Si una te llama la atención la marcas, sino pasa a la
siguiente.
Así como el trayecto y el disparo se basan en la intuición,
la edición sigue el mismo concepto. Además, debe ser inmediata para
no dar margen a más interpretaciones que la experiencia vivida.
8. A esas 100 fotos aplícale el post-procesado que define
tu estilo.
En esta etapa quienes trabajan con procesos complejos deben
encontrar una aproximación para poder entregar las fotografías en
el mismo día o reservar más tiempo para procesar dentro del día.
9. Enviar las fotografías al gestor del equipo.
Este recibe todas las fotos y las reparte entre los
autores-editores para la edición final.
Un conjunto de reglas también nos permiten la repetición,
entre varios individuos, en diferentes lugares y momentos. La
repetibilidad es una de las características principales de un
experimento. Traces, científicamente hablando, podría ser
considerado solamente como un método de toma de datos para
análisis. Deberíamos repetir la experiencia muchas veces para poder
analizar los resultados y plantear hipótesis.
Método de edición
Cada autor recibirá 100 fotografías de otro autor y debe
escoger 21 imágenes para el libro. Los editores se sortean. Esta
edición no tiene método fijo como las otras partes del proceso.
Cada editor puede utilizar el criterio que más le guste. La única
condición es hacerlo concentrado y entregado al tema, sin
distracciones. Puede interactuar con el fotógrafo para hacerle
preguntas. No puede ampliar las 100 imágenes.
El orden en la que aparecen en el libro es siempre
secuencial, según la hora de captura porque narran el trayecto. No
se trata de reescribir una nueva historia sobre las fotos. El
editor debe buscar la esencia de lo que vio el autor.
Motivación inicial del proyecto
Lo que había sido una búsqueda de la esencia de las ciudades
a través de sus habitantes me estaba llevando a lo contrario. Cada
vez me acercaba más al sujeto, me acercaba a la humanidad y me
alejaba de la ciudad.
Sentía que estaba dejando algo importante. Fue cuando conocí
el trabajo The Book of Books de Stephen Shore, las
Psychogéographies de Antoine D'Agata y por éste, a Guy Debord.
Decidí que tenía que volver a los orígenes. Salir sin rumbo con la
cámara solo para hacer fotos sin que éstas tuvieran que encajar en
una serie o tener un objetivo. Volver a disparar inconscientemente,
a ver sin más. Volver a la “fotografía
intuitiva”.
En mi proceso creativo es normal que haga cosas que no tienen
explicación, que parecen inconexas, pero que acaban teniendo
sentido. Llega el momento en el que “se unen los puntos”. En Traces
se unen Debord, Ginsberg (“First Thought, Best Thought”), D'Agata y
Shore. Definí las 7 reglas para la deriva y salí a la calle.
Después de hacer varias derivas, entendí que el experimento
no podía estar completo si solo lo ejecutaba un autor. Nunca me ha
convencido la figura del autor como centro de la creación
artística, al menos, no como único camino. Me interesa mucho la
dilución del autor en el grupo y creación de la identidad grupal
para un resultado más objetivo, en este caso, más documental. La
obra es el resultado de un proceso de suma de talentos y
negociación de egos.
No fue difícil encontrar buenos compañeros para perdernos en
Barcelona y unirnos en un proyecto que se ha transformado y
evolucionado para convertirse en lo que ahora podéis disfrutar.
http://traces.land/